Los ejecutivos estadounidenses confían más en la IA que en sí mismos, y eso plantea interrogantes

La creciente dependencia de la inteligencia artificial en el liderazgo empresarial revela tanto ambición tecnológica como debilidad estructural.
20 de marzo, 2025

La inteligencia artificial generativa está ganando influencia en los círculos de toma de decisiones empresariales, hasta el punto de que muchos ejecutivos afirman confiar más en sus sugerencias que en su propia intuición o en los consejos de personas cercanas. Esta es una de las conclusiones del estudio AI Has a Seat in the C-Suite, realizado por Wakefield Research y patrocinado por SAP. Pero la confianza casi ciega en los sistemas algorítmicos suscita tantas preocupaciones como promesas.

Según la encuesta, en la que participaron 300 directivos de empresas estadounidenses con ingresos superiores a los mil millones de dólares, el 74% de los ejecutivos afirma confiar más en la IA que en los consejos de familiares o amigos. Y lo que es aún más significativo: el 55% afirma trabajar en organizaciones en las que las decisiones basadas en IA sustituyen -o simplemente eluden- los procesos tradicionales.

La tendencia revela un fenómeno más profundo: la creciente delegación de la responsabilidad de la toma de decisiones en sistemas automatizados. Para casi la mitad de los encuestados, la IA es ya una herramienta cotidiana. Y aunque el 52% la considera la herramienta más fiable para analizar datos y hacer recomendaciones, también hay quien le otorga un papel casi oracular en la detección de riesgos invisibles o el diseño de planes alternativos.

Pero la cuestión no es sólo tecnológica: es cultural. Cuando los altos ejecutivos empiezan a abdicar de su propio criterio en nombre de un sistema algorítmico, no se trata sólo de eficiencia. Es una redefinición de la autoridad, la responsabilidad e incluso la autonomía organizativa.

«La mayoría de las decisiones ejecutivas son el resultado de una combinación de datos, intuición y diálogo con personas de confianza», recuerda Jared Coyle, director de IA de SAP en Norteamérica. Pero los datos citados demuestran una erosión de esta fórmula clásica. La confianza en el criterio humano está siendo sustituida progresivamente por una fe casi instrumental en sistemas cuya lógica interna no siempre es transparente.

El cambio no se produce en el vacío. La presión en favor de decisiones más rápidas, basadas en datos y supuestamente más racionales, ha alimentado la demanda de herramientas que prometen eliminar la incertidumbre y acelerar los ciclos de planificación. Pero esta promesa ignora un punto esencial: las decisiones empresariales son, por naturaleza, también políticas, ambiguas y a menudo se basan en factores incuantificables.

La propia SAP, patrocinadora del estudio, señala los límites de la tecnología. Coyle reconoce que muchos de los obstáculos en la adopción efectiva de la IA residen en la mala calidad de los datos, los silos organizativos y el desajuste entre las áreas de TI y de negocio. La solución propuesta -la SAP Business Data Cloud- es, previsiblemente, un producto de la propia empresa, que pretende resolver los problemas que la misma transformación digital ha contribuido a poner al descubierto.

El entusiasmo por la IA también tiene una dimensión ideológica. Presentada como neutral, objetiva y racional, la inteligencia artificial tiende a escapar al escrutinio crítico que se aplica a las decisiones humanas. Pero los algoritmos no son neutrales: reflejan los supuestos de quienes los construyen y los datos que los alimentan. Confiar más en ellos que en las propias personas puede parecer una evolución natural. En la práctica, puede que sólo sea un nuevo tipo de dependencia.

Es posible que la IA tenga un lugar en la sala de toma de decisiones. Pero es importante no olvidar quién sigue -o debería seguir- al mando.