Lazarus Technology considera que la reciente decisión del Tribunal Supremo, al obligar a las entidades financieras a asumir fraudes por phishing, pone de manifiesto que las normas y defensas de hace décadas ya no bastan para afrontar ataques cada vez más complejos.
La compañía, proveedor global de servicios de ciberseguridad; advierte que la proliferación de correos genéricos con recomendaciones de seguridad resulta ineficaz frente a campañas sofisticadas que replican con precisión plataformas bancarias y utilizan inteligencia artificial para imitar voces confiables o distribuir malware de forma sigilosa.
Desde el punto de vista forense y técnico, estos engaños ya no dependen de errores de novato. Si no de una ingeniería social profesional que juega con la urgencia emocional del usuario, convirtiendo la recepción del mensaje en una trampa casi indetectable.
Lazarus plantea que la responsabilidad no debe recaer exclusivamente en el cliente ni en la entidad bancaria, ya que ambas partes se ven afectadas por un entorno regulado por estrictas normativas en materia de protección de datos, prevención del fraude y cumplimiento regulatorio.
Cuando un ataque tiene éxito, la entidad financiera asume no solo el impacto económico, sino también el desgaste reputacional y la pérdida de confianza de sus clientes. Por ello, la empresa ve en la sentencia una oportunidad para promover la corresponsabilidad en la lucha contra el fraude digital.
La firma insiste en que las entidades deben complementar sus sistemas automáticos con vigilancia de patrones atípicos, señales de suplantación y análisis de posibles manipulaciones previas al incidente.
Para Lazarus, el cliente necesita más que un simple PDF: requiere un programa de educación digital estructurado, con contenidos adaptados a distintos perfiles y niveles, además de canales accesibles para resolver dudas en tiempo real.
Así mismo, reclama la implantación de herramientas de autoprotección (como test de simulación de ataques y alertas proactivas) que permitan al usuario reconocer y frenar el engaño antes de que se consumen los efectos del fraude.