No sé a ustedes, pero a mi ya hace tiempo que me parece que mi jornada laboral no termina nunca; porque a la acumulación de trabajo, se añaden las llamadas y mensajes que solicitan nuevas cosas a añadir a la lista de tareas pendientes o, incluso, temas urgentes que debo resolver a la menor brevedad, y que provocan que interrumpa las tareas que estoy haciendo, que quedan ya postergadas, muchas veces para el día siguiente.
Y, en los momentos de calma, ese «remordimiento» por «estar sin hacer nada» que sea productivo, con lo que acabo realizando tareas ligeras como revisar el buzón de correo y responder a los mensajes entrantes, o preparar mi agenda para el día siguiente y empezar a preparar lo que debo hacer.
Al final, cómo yo digo, es «trabajar mañana, tarde, noche, y fines de semana«. Y no soy el único que vivo mi trabajo con esta intensidad, puesto que miro a mi alrededor, y la gran mayoría de amigos y conocidos comparte exactamente el mismo problema conmigo, hasta el punto de que todos tenemos problemas para conciliar la vida profesional y la personal, puesto que esta última se ve invadida por la anterior.
Esto, en mi experiencia, marca una gran diferencia con la generación de nuestros padres, que podían acabar sin problemas su trabajo a una hora suficientemente decente. Los míos, por ejemplo, siempre tenían rato para dedicarme después del colegio, algo que veo como casi imposible para muchos de mis amigos ahora que los de nuestra generación somos los padres.
Y Microsoft, en su último informe Work Trend Index 2025 presentado el pasado martes día 17, le ha puesto nombre a este fenómeno: infinite workday.
Dicho estudio se basa en datos anónimos y agregados de uso de la suite ofimática Microsoft 365, muy utilizada en los entornos corporativos, y que fueron recopilados hasta el 15 de febrero de este mismo año. Tras analizar dichos datos, Microsoft desgrana lo que es una extensa jornada laboral de los empleados de organizaciones que podemos presuponer como de tamaño medio y grande, y que no se para ni durante el fin de semana.
La jornada laboral para estos perfiles empieza antes incluso de que suene el despertador, a las seis de la mañana, cuando cuatro de cada diez trabajadores ya revisan un correo electrónico que, de media, recibirá 117 mensajes durante el día. La bandeja de entrada -la puerta de entrada al trabajo- se ha convertido en un torrente sin jerarquía clara de prioridades.
Cuando apenas ha amanecido, la comunicación cambia de canal, puesto que Teams supera al correo antes de las ocho y eleva el ritmo hasta los 153 mensajes diarios por persona, con incrementos anuales que superan el 20% en Europa Central y del Este, Oriente Medio y África. Cada notificación puede parecer inofensiva de forma individual, pero cuando las juntamos todas, marcan un compás frenético para la jornada.
La mañana, biológicamente propicia para la concentración, se llena de compromisos ajenos: la franja de mayor rendimiento, entre las 9 y las 11, así como entre las 13 y las 15 horas, se llena de reuniones, la mitad de estas en la primera franja horaria de la mañana. Los martes son los días que soportan la mayor carga de reuniones (un 23%), y el pico de actividad de mensajería llega a las 11, cuando más de la mitad de los usuarios están escribiendo o respondiendo a chats. En esas horas, las interrupciones digitales se suceden cada dos minutos.
Esta presión no cede tras el almuerzo; aunque los calendarios muestran huecos, el uso de Word, Excel y PowerPoint se dispara, mientras que las interrupciones siguen fracturando la atención. Los empleados describen su jornada como caótica y fragmentada: el 48% de la plantilla y el 52% de los directivos comparten dicha percepción.
La jornada laboral tampoco termina al salir de la oficina: las reuniones celebradas pasadas las ocho de la tarde han crecido un 16% interanual, y el flujo de mensajes fuera del horario laboral supera los 50 por empleado. Casi un tercio de los trabajadores vuelve al correo a las diez de la noche y uno de cada cinco consulta el email antes del mediodía del sábado o del domingo. Es el denominado “triple pico” -mañana, tarde y noche- que ya constituye la norma, y no la excepción…
El enfoque Frontier: rediseñar, no solo automatizar
Microsoft propone adoptar la mentalidad Frontier, que consiste en priorizar el 20% del trabajo que genera el 80% del valor, reorganizarse en equipos ágiles orientados a resultados, y convertir cada profesional en jefe de agentes de IA. Bajo este modelo, las compañías sustituyen la estructura jerárquica tradicional por unidades que se forman y disuelven en torno a objetivos concretos. La IA sirve entonces para cubrir competencias puntuales, automatizar tareas de bajo valor -informes rutinarios, reuniones de estatus, trámites administrativos- y liberar tiempo para el análisis y la toma de decisiones.
En este escenario, surge una nueva figura: el agent boss. Profesionales como Alex Farach, investigador en Microsoft, ya coordinan varios agentes que buscan información, realizan análisis estadístico y redactan resúmenes, permitiendo que la capacidad humana se centre en la interpretación y el impacto del resultado.
Para las empresas con presupuestos congelados y presión creciente, la cuestión no es si el trabajo cambiará, sino si sabrán romper el círculo de la jornada infinita antes de que erosione definitivamente la productividad, buscando ese hueco temporal para adoptar la IA, formar a sus trabajadores, y empezar a disfrutar de los resultados de tener una jornada laboral finita.