El 28 de abril de 2025, un gran apagón dejó sin suministro eléctrico a millones de usuarios y organizaciones en toda España y Portugal, golpeando con especial dureza a los sectores críticos. Entre los más perjudicados figuró el de la gran distribución alimentaria, cuya operativa depende en gran medida de la conectividad digital.
Aunque muchas cadenas lograron mantener la actividad gracias a generadores eléctricos propios, se evidenció que disponer de electricidad no es suficiente y, en varios establecimientos, la pérdida de conectividad impidió el funcionamiento de sistemas de seguridad, cobro, inventario y trazabilidad, generando interrupciones que afectaron tanto a empleados como a consumidores.
La dependencia digital del sector quedó patente, e incluso con suministro energético garantizado, la ausencia de acceso a red inutilizó parte del negocio. El problema, cómo ya expliqué en su día, no fue de resiliencia de Internet, sino de las comunicaciones en la llamada «última milla», las torres de conexión para nuestros smartphones, que no disponían de baterías, o las agotaron en muy pocas horas.
Durante la crisis, las únicas cadenas que operaron sin incidencias mayores fueron aquellas que, además de respaldo eléctrico, contaban con sistemas de conectividad satelital, reforzando el argumento que vertebrava mi anterior artículo antes citado: Internet estaba, nos fallaba la forma de llegar a ella.
En respuesta a la situación vivida, y según indican desde Serenae, compañía española especializada en conectividad satelital, varias empresas del sector han iniciado conversaciones con esta firma para explorar su implantación como red de emergencia. La propuesta contempla cubrir no solo tiendas físicas, sino también almacenes logísticos y sedes centrales.
El objetivo es mantener activa la comunicación incluso ante fallos de la fibra óptica, ciberataques o eventos meteorológicos extremos, escenarios cada vez más frecuentes en el contexto actual.
Hacia un nuevo paradigma de resiliencia corporativa
Según Serenae, la clave está en establecer una red de respaldo independiente que entre en funcionamiento de forma automática cuando se interrumpen las vías tradicionales. Esta capa de conectividad adicional permitiría a las compañías seguir operando con normalidad, evitando bloqueos en caja, interrupciones logísticas o pérdidas de trazabilidad.
Lo que antes era una alternativa limitada a zonas rurales o de difícil acceso, comienza a consolidarse como una nueva norma de resiliencia digital, especialmente en sectores que manejan un alto volumen de operaciones diarias y cuya interrupción supone un perjuicio económico considerable.
El caso español no es aislado; en regiones como Latinoamérica y África, donde los cortes de electricidad son más habituales, el satélite ya es parte del modelo operativo estándar en muchos comercios. Europa, hasta ahora más confiada en la estabilidad de sus redes, empieza a asumir que las disrupciones estructurales no son una excepción, sino una posibilidad real ante la que hay que estar preparados.
Según datos recogidos por Statista, el retail alimentario español genera más de 100.000 millones de euros anuales, lo que convierte cada jornada de interrupción en una fuente potencial de pérdidas significativas.
Aunque, por el momento, los planes de respaldo satelital se encuentran en fase de evaluación o piloto, todo apunta a que esta infraestructura pasará a formar parte del equipamiento básico de cualquier operador relevante del sector. La disponibilidad de conectividad constante, independientemente de las condiciones externas, se está convirtiendo en un requisito estratégico y no solo técnico.
Desde Serenae insisten en que el satélite ya no debe verse como una tecnología marginal. En un entorno de creciente digitalización, donde todo el ciclo operativo se sustenta sobre sistemas conectados, la conectividad de emergencia se convierte en un pilar clave para garantizar la continuidad del negocio.