La Inteligencia Artificial ha tomado por asalto la agenda de la gestión de los sistemas de información. Impulsados por los CEO, los consejos de administración y otros altos ejecutivos, los CIO están reescribiendo las prioridades de la función tecnológica. Con una inversión en IA que se ha triplicado en comparación con el año pasado, según el CIO Playbook 2025 de Lenovo e IDC, no cabe duda del paso que las empresas están dispuestas a dar en favor de esta tecnología. Pero esta aceleración no está exenta de riesgos, y muchos de esos riesgos se están ignorando en nombre del entusiasmo.
Los presupuestos de TI han crecido con respecto a 2024, pero siguen sin estar a la altura de la ambición. El auge de la IA está consumiendo una parte cada vez mayor de los recursos disponibles, lo que obliga a los CIO a tomar decisiones dolorosas: posponer las actualizaciones de arquitectura, suspender iniciativas con otras tecnologías emergentes o seguir posponiendo mirar a los ojos a la deuda técnica.
Pero existe un riesgo aún más profundo: las organizaciones que, obsesionadas con perseguir el tren de la IA, paralizan por completo los esfuerzos de transformación digital y mantienen en funcionamiento infraestructuras envejecidas, lo que podría resultar muy costoso en el futuro.
La ironía del momento es flagrante: en su afán por adoptar la IA, muchas empresas están cercenando los mismos cimientos que la harían viable y escalable. Debería ser más o menos obvio que sin una infraestructura tecnológica actualizada y una base de datos bien organizada, la Inteligencia Artificial no puede alcanzar todo su potencial. Retrasar estas inversiones está contribuyendo al debilitamiento competitivo de las empresas.
Al evitar la modernización para invertir en IA, muchas organizaciones están comprometiendo en realidad su preparación para la adopción efectiva y sostenible de la propia IA.
A pesar de los riesgos evidentes, los líderes tecnológicos admiten que, a veces, esta recalibración es un mal necesario. Las pequeñas ganancias con la IA pueden generar rendimientos rápidos y desbloquear fondos para futuras modernizaciones. Pero es importante tener en cuenta que iniciativas como la limpieza de datos, las actualizaciones de infraestructura o la mitigación de la deuda técnica son difíciles de justificar financieramente, pero son absolutamente fundamentales.
Aun así, hay signos de maduración; la gobernanza -traducida en procesos rigurosos de gestión de carteras, alineación entre áreas de negocio y enfoque en problemas concretos- es la clave para no caer en la trampa de las modas tecnológicas. Al elevar el listón de la selección de proyectos, la IA también ha aportado calidad y una mayor concentración.
Nadie duda de que la IA puede ser transformadora. Pero su adopción requiere algo más que entusiasmo: requiere visión estratégica, gestión de riesgos y la capacidad de decir «no» a tiempo. Los CIO prudentes saben que el futuro de la tecnología no puede construirse sobre decisiones reactivas. La priorización de los proyectos debe basarse en las necesidades del negocio y no en la fascinación del momento. Porque, como nos enseña la historia de la tecnología, los atajos de hoy suelen ser los callejones sin salida de mañana.